El derecho al voto de las personas con discapacidad a raíz de la modificación de la Ley Orgánica del Régimen Electoral.
El pasado 07 de diciembre, y tras ser publicada en el BOE del día 05 de diciembre, entró en vigor la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (Loreg), que viene a señalar que “Toda persona podrá ejercer su derecho de sufragio activo, consciente, libre y voluntariamente, cualquiera que sea su forma de comunicarlo y con los medios de apoyo que requiera.»
Parafraseando a Jesús Vidal, recientemente premiado con el Goya al mejor actor revelación por su trabajo en la excelente película Campeones, “Los prejuicios son una gran discapacidad”. “¡No sabéis lo que habéis hecho al dar este premio a una persona como yo! Se me vienen a la cabeza tres palabras: inclusión, diversidad y visibilidad”, continuó diciendo en un discurso que ha calado profundamente en todo aquél que lo escuchó.
Se ha dado un gran paso al hacer desaparecer las limitaciones a sufragio impuestas por la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del Régimen Electoral General, en su artículo tercero apartado 1, apartados b) y c) disponía:
«1. Carecen de derecho de sufragio:
b) Los declarados incapaces en virtud de sentencia judicial firme, siempre que la misma declare expresamente la incapacidad para el ejercicio del derecho de sufragio.
c) Los internados en un hospital psiquiátrico con autorización judicial, durante el período que dure su internamiento siempre que en la autorización el juez declare expresamente la incapacidad para el ejercicio del derecho de sufragio.»
Según palabras emanadas del Comité Español de representantes de Personas con Discapacidad (Cermi), de este modo finaliza “un proceso de propuesta, incidencia política y presión social”, que comenzó hace años por el movimiento social español de la discapacidad y que “ha logrado suprimir la anomalía democrática que suponía que más de 100.000 personas estuvieran privadas en España del derecho de voto por razones asociadas a discapacidad”.
Conforme la nueva Ley, ninguna persona con discapacidad podrá ser privada en el futuro del derecho de sufragio. Además, los ya incapacitados a los que se les hubiese limitado o anulado el derecho de sufragio por razón de su discapacidad “quedarán reintegradas plenamente en el mismo por ministerio de la ley” sin que tengan que realizar ningún tipo de gestión o trámite por su parte.
La nueva Ley permitirá que más de 100.000 personas con discapacidad intelectual puedan ejercer su derecho a voto.
Incluso el Consejo de Europa se ha pronunciado en el pasado y advertía a España que no puede privar del derecho al voto a las personas con discapacidad tras manifestarse en ese sentido la comisionada europea de Derechos Humanos del Consejo de Europa, al realizar sus conclusiones ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en el caso María del Mar Camaño Valle contra España por haberle retirado este derecho un tribunal.
Habrá quién mantenga que hay que limitar el derecho de sufragio a determinadas personas, y a ellos habrá que recordarles que echando una mirada al pasado veremos que el derecho de sufragio ha ido avanzando inexorablemente, pero no debemos olvidar que hasta no hace mucho las mujeres no podían votar, o que la clase social o económica también se tuvieron en cuenta en su día para determinar quién podía ejercitar el derecho a voto.
En España, con el final del reinado de Isabel II, en 1868 se convocaron elecciones a Cortes en las que pudieron participar, por primera vez, todos los españoles varones mayores de 25 años, independientemente de su riqueza, pero no duró mucho ya que la Ley Electoral de 1878 volvía a introducir el sufragio censitario “masculino”, de tal modo que solo votaba la parte de población que contara con determinadas características subjetivas, con lo que volvían a entrar en juego la formación y la riqueza de las personas a la hora de definir al electorado. La Ley Electoral de 1890, restablecía el sufragio universal masculino, que ya perduraría, con las peculiaridades del franquismo, hasta nuestros días.
En cuanto a la mujer, aunque aún seguían sin reconocerse sus derechos electorales, no tardó demasiado en empezar a gozar de ellos. Al menos en comparación con otros países, España puede presumir de haber establecido el derecho de voto a las mujeres en una época relativamente temprana, con la Constitución Republicana de 1931, pero es mucho después, con la Constitución de 1978 cuando ya se abre definitivamente la puerta para que la legislación española garantizara el mismo trato a mujeres y hombres. No hay que olvidar que, aunque ahora parezca mentira, hasta 1981 las mujeres debían pedir permiso a su marido para poder trabajar, cobrar su salario, ejercer el comercio, abrir cuentas corrientes en bancos, sacar su pasaporte, el carné de conducir, y se equiparaba al menor y no podía abandonar la casa sin el consentimiento paterno.
Habiendo repasado los antecedentes históricos y existiendo hoy el derecho de sufragio para todos, debemos concluir que se ha dado el paso definitivo, salvando los prejuicios existentes y se ha conseguido un avance sin precedentes.
Es un avance para la democracia que permite que discapacitados intelectuales pueden ejercitar su derecho a voto, pero también me han planteado desde algunos ámbitos la pregunta de si todos los discapacitados intelectuales son capaces de discernir “consciente, libre y voluntariamente” que candidato o partido político ha de ser el destinatario de su voto.
Pues la respuesta no puede ser otra que afirmativa, máxime si miramos un poco al pasado y al presente, y que algunas personas llenas de prejuicios, o amparadas en algún tipo de “superioridad moral” decidían quién podía o no votar. Seguramente todos conocemos a alguna persona que opina que algunos no deberían votar, por los motivos más peregrinos e imaginativos, alguno opinará que «Lo malo de la democracia es que todo el mundo puede votar». Existe una antigua línea filosófica que ya apuntaba la limitación del derecho a voto, se llama epistocracia, y es un “remedio” ya insinuado por Platón o John Stuart Mill hace siglos.
Desde luego ningún sistema es perfecto, pero prefiero mil veces el derecho de sufragio universal que el que alguien limite el derecho de voto de las personas con, quién sabe qué intereses.
Por todo ello … a votar como campeones.